Nos fuimos al quinto pino (2)

Con la migraña instalada en mi cabeza, los planes de ir a ver el amanecer a la orilla del Embalse de la Cuerda del Pozo se quedaron en nada. E., sin embargo, se levantó sin problemas, y sacó muchas fotos. Las nubes, el cielo, las aves, la luz, los pinos, las embarcaciones. Parecía una escenografía para el teatro, todo dispuesto en el lugar ideal para ser observado, disfrutado, para ser fotografiado.
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Recogimos todo en el camping y seguimos camino para ir al Parque Natural del Cañón del Río Lobos. No habíamos podido decidirnos por la ruta ya que había un montón distintas y pensábamos seguir los consejos que nos dieran en el punto de información. Éste, sin embargo, estaba cerrado. Así que tuvimos que decidirnos por una de las tantas rutas.

La ruta elegida fue la que llevaba desde el puente de los siete ojos -lugar desde donde comenzaban varias rutas- hasta Hontoria del Pinar. Esta ruta recorría el cañón formado por el río Lobos que en esta época del año está seco. Por los carteles que nos encontramos en el camino, en otras épocas el río debe llevar abundante cantidad de agua (que incluso puede llegar a ser peligroso).

Punte de los siete ojos

Punte de los siete ojos

El camino era llano y muy fácil. No por eso menos hermoso.

Lo más sorprendente de esta parte del camino fue la enorme diversidad de especies, tanto de plantas como de animales. Algunas de las cosas que encontramos fueron: buitres leonados sobrevolándonos y otros sobre el cañón,

Buitres sobravolándonos

Buitres sobravolando

Buitres sobre el cañón

Buitres sobre el cañón

unos bichitos que estaban todos amontonados unos sobre otros,

montones de mariposas

-una de ellas que estuvo jugando con nosotros mientras almorzábamos-,

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y una enorme variedad de flores.

No queríamos llegar hasta Hontaria del Pinar porque era un camino largo y después teníamos que volver por el mismo camino. Así que decidimos tomar un desvío hacia el Mirador de Costalago. 

Caminamos durante horas bajo bosques de pino.

Subimos y subimos -con alguna que otra dificultad para encontrar el camino- hasta llegar a un mirador. Se veían los bosques de pino que llegaban hasta donde alcanzaba la vista. Un paisaje que para nada imaginaba en Soria. Fue difícil capturar la amplitud del paisaje.

No era el Mirador de Costalago, quedaba a otros veinte minutos de subida y ya no podíamos más. Llevábamos 6 horas caminando con un calor tremendo. Así que decidimos parar ahí a cargar las pilas y empezar a volver.

Llegamos de nuevo al Puente de los Siete Ojos como si de un oasis se tratara. No habíamos llevado suficiente cantidad de agua y se había notado en el camino. Al llegar bebimos como si no hubiera un mañana.Aunque aún era temprano, nos quedaba un buen trecho para llegar a casa, así que emprendimos el camino de vuelta. 

En la ruta por Burgos el sol pegaba como lo había hecho todo el día. Nos dimos cuenta que llegábamos a Euskadi cuando a lo lejos observamos este cielo:

Y entonces fue como sentarnos en el autobús en el que viajaba Rafa (Dani Rovira) para ir a ver a Amaia (Clara Lago) en «Ocho apellidos vascos». Era imposible no ver las semejanzas. De repente, de los 33 grados que marcaba el coche en el exterior pasamos a los 18. Y dos minutos más tarde empezó el sirimiri, esa lluvia finita que cala hasta los huesos.

¡Bienvenidos a Euskadi! -nos quería decir.

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